Sex-citas on line

Pones los ojos redondos. Como cada “siempre que me acuerdo”, has abierto el buzón de tu web de contactos y leído los mensajes. Los has ido eliminando con un clic cansino después de comprobar los perfiles, mientras piensas por enésima vez que “es patético haber colgado tu foto junto a un montón de otras similares en este aparador gigante”. Aquí nadie se corta por desvelar información; tú tampoco. Has contado que mides 1,63, tienes 62 años, no te sobra ni te falta nada (peso) y muchas tonterías por el estilo. Levantas las cejas: aquel joven de la edad de tu hijo, que ya te ha escrito un par de veces, te ha mandado su teléfono. Vuelves a mirar su foto, y sí, te gusta. Mucho. El chico es un tiarrón y, además, tú estás acostumbrada a sesentones cuyo sex-appeal caducó hace años. Decides llamar. Necesitas sexo. Deseas que unos brazos de hombre te abracen, que unos labios de hombre te besen. Llamarás. Llamas. Lo haces con alegría, apuestas por ser simpática e in...