Compartir en un clic

Un particular puede desde ofrecer su
segadora de césped a cambio de un transporte en furgoneta hasta ceder su piso a
cambio de disponer de otro en periodo vacacional. Una plataforma de carshare pone una flota de vehículos a
disposición de distintas empresas, lo cual les permite ahorrar una buena suma
en el presupuesto para movilidad.
Cuando nuestro planeta del 2050 tenga
9000 millones de habitantes, cuando el paro sea global, compartir comida, ropa
o medicamentos va a ser imprescindible, no una simple curiosidad. Estamos
hablando de una forma diferente de hacer las cosas que plantea una pregunta: ¿cómo
se ha llegado a esto? ¿Estamos perdiendo nuestros instintos posesivos? ¿Las
dificultades económicas nos vuelven más pragmáticos? ¿Se trata de una rebelión
contra el consumismo capitalista? ¿Buscamos dar un nuevo sentido a nuestras
vidas? ¿Nos hemos vuelto más ecológicos? ¿Inventamos cualquier cosa con tal de
sobrevivir?
De momento la UE ha aprobado el llamado “consumo
colaborativo”. Pero que nadie se haga ilusiones. Ya ha habido muchas quejas por
parte de empresas perjudicadas que no se resignan a perder clientes. Véase, por
ejemplo, el caso del sistema de transporte dinámico Uber que, con su aplicación
para móviles ha revolucionado el sector del taxi. El problema salta a la vista:
debe mantenerse el ciclo de producción. Si un único coche sirve a cuatro
familias, no hará falta producir tres coches de cada cuatro, con la
correspondiente reducción en el número de trabajadores. Y así será con
cualquier producto compartible. Vamos, un pez que se muerde la cola.
Comentarios
Publicar un comentario
Breve y conciso. Gracias.