Acoso a la mujer en transportes públicos

La palabra “acoso”, sexual en este caso, significa
solicitar favores a alguien en contra de su consentimiento y, además de lo
desagradable e incluso peligroso que puede ser para la mujer, provoca un efecto
negativo sobre su conducta: la adaptación al sistema machista. Muchas optan por
no usar nunca faldas ni ropa ajustada, no sentarse al lado de un hombre o bajar
la vista en su presencia; otras se sienten culpables de la “provocación” que
suscitan.
Obviamente el error está
en el acosador, que ve a la mujer como un objeto porque él se cree superior,
pero también en la mujer que se ve a sí misma como una presa sin defensa
posible.
Como en tantos temas el problema de base reside
en la educación y la cultura, debiendo evitarse el sexismo en ambas. Es cuanto
menos sorprendente que en el siglo XXI y en Occidente deban ponerse límites a
algo tan básico como el respeto entre personas de distinto sexo. Pero si nos
fijamos en la pérdida de valores que ha sufrido nuestra sociedad, tal vez nos
parezca normal encontrarnos con un montón de individuos que se otorgan derechos
que nadie les ha dado.
Nos hallamos en una “sociedad líquida”, dice
Zigmunt Bauman,
móvil, llena de incertidumbre y con pocos valores, y deberíamos regresar a la “sociedad
sólida”, segura, llena de contenido y con valores. Tal vez no sea tan fácil
porque, como también avisa el conocido sociólogo, el comportamiento humano
descansa en algún impulso innato y presocial en los individuos.
Enlace a un video sobre el acoso, grabado por una joven en Bruselas.
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