El paciente número veinte

Situaciones parecidas se dan todos los
días. Los médicos debemos aguantar todo tipo de impertinencias y agresiones –yo
incluso estoy amenazada de muerte por un paciente que se molestó porque hablaba
catalán con mi auxiliar. La violencia se ha instalado en nuestra sociedad. Se
ha perdido el respeto, sobre todo a uno mismo. Montar un número parece normal;
lo hemos visto hasta en el Parlamento. La educación se ha convertido en un
valor a la baja. El ciudadano poco alfabetizado y alentado por una televisión
vergonzosa no confía en nadie y cree saberlo todo. El desconocimiento provoca
miedos varios, entre ellos el de padecer la enfermedad maligna del familiar,
amigo o vecino.
En el caso que menciono se añaden otros
factores. En no pocos países la mujer es un don nadie y muchos hombres llevan fatal
encontrárselas mandando en una consulta. El machismo es una lacra que ha
aumentado en Occidente con la globalización, debido a la llegada masiva de
individuos procedentes de arcaicas culturas sexistas. Otro asunto es que muchos
inmigrantes temen que los ninguneemos y buscan hacerse valer por métodos
agresivos; el problema no es nuestro, sino suyo: deberían tomar conciencia de
que su cultura es tan válida como otra cualquiera (El escritor franco-libanés
Amin Maalouf lo explica muy bien en sus ensayos). Por último no hay que olvidar
que esta época incierta nos desestabiliza y asusta porque nos hace ver que no somos
capaces de controlar el futuro.
Años atrás el Colegio de Médicos de
Barcelona se vio obligado a crear un departamento para gestionar las agresiones
de pacientes a médicos. El ejercicio de la medicina se está convirtiendo en un auténtico
peligro.
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Breve y conciso. Gracias.