Sexo maduro
Una
gratificante relación sexual compartida es como tener una empresa
con un socio. Ambos deben poner toda la carne en el asador (nunca
mejor dicho) para conseguir un producto final llamado orgasmo. Si
ambos socios son participativos y generosos no debería ser tan
difícil. Sin embargo, vale la pena tener en cuenta unas normas
básicas.
Al
ser el hombre rápido y la mujer lenta, él deberá dedicar más
tiempo del que precisa a los preliminares, pudiendo así beneficiarse
también de una mayor lubricación vaginal. Si esta se le resistiera,
se aconseja el estímulo lingual o la ayuda de una crema específica (farmacia).
Para nosotras tan importante como el sexo en sí es que nos
prodiguen afecto, o sea abrazos, besos y mimos. El resto viene rodado
si el hombre recuerda que todo el proceso debe ir “in crescendo”,
sin interrupciones ni cambios bruscos de ritmo.
¿Qué
espera el hombre de nosotras en los encuentros sexuales? Que estemos
bien dispuestas, que le hagamos saber lo maravilloso que es él y que
seamos atractivas. ¡Mala suerte, chicas! Esto nos obliga a cuidarnos
mucho, aunque ellos vayan echando barriga. Pero hay que hacerlo. ¿Por
qué?
Porque
desde el punto de vista de la biología evolutiva el macho siente la
necesidad a lo largo de su vida de compartir sus genes (su semen) con
tantas hembras como le sea posible. Y nosotras lo queremos en
exclusiva. ¿O no?
Lectura
recomendada: “La conjura de los machos”, del biólogo Ambrosio
García Leal. (un estudio sobre la sexualidad humana que te
sorprenderá).
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Breve y conciso. Gracias.